jueves 9 de diciembre de 2021 - 19h30
Presentación pública de la Asociación Memoria de Gaspar García Laviana
43º ANIVERSARIO DE
GASPAR GARCÍA LAVIANA
Gaspar vivió una vida corta, pero la vivió intensamente, condicionado por la realidad social que le tocó vivir en Nicaragua entre 1970, cuando llegó a ese país, y 1978, que fue el año en el que cayó en combate luchando contra la dictadura de la familia Somoza que llevaba dominando aquel pueblo durante cuarenta años.
Había nacido en 1941, así es que cuando murió tenía solo 37 años.
En aquella sociedad, donde a cualquier lugar que mirara veía injusticias, la vida tenía que vivirla en tensión continua, pues sus ideas religiosas y sociales le obligaban a ello. Una persona, tan sensible al dolor de los demás como era él, necesariamente tenía que estar reaccionando a cada paso para enfrentarse a quienes estaban haciendo sufrir a los indefensos ciudadanos que tenían siempre ante su frente el fusil o la pistola de la Guardia Nacional, principal apoyo de la dictadura.
Gaspar García Laviana llegó a Nicaragua enviado por su congregación, los Misioneros del Sagrado Corazón, para "evangelizar" sirviendo en las parroquias a las que iba destinado: Tola, San Juan del Sur y otras más pequeñas. Pero aquel cura, producto ya del concilio Vaticano II iba a ser un misionero distinto a sus antecesores. Añadiendo, además, que habían prendido también en él las ideas de la teología de la liberación, cuyo pensamiento central era la opción preferencial por los pobres y, por consiguiente,sus intereses tenían que prevaler sobre cualesquiera otros.
Estos dos factores, Vaticano II y teología de la liberación, explican su compromiso durante los ocho años que vivió en Nicaragua, que podemos dividir en dos etapas, cada una de ellas de cuatro años. En la primera su actividad será sociopolítica: abordará los problemas de la gente que conocía haciendo reivindicaciones ante las autoridades militares, políticas o jurídicas. Tres ejemplos: defensa de los terrenos que quisieron quitarles a toda una comunidad de campesinos, reclamación de escuelas asignadas a maestros que cobraban sin ejercer en ellas, pues no existían y denuncia contra un burdel donde había niñas prostituidas.
En la segunda etapa, año 1975-1978, su compromiso será directamente político y militar. Comienza con acciones clandestinas principalmente urbanas, luego se prepara militarmente y termina declarando su condición de soldado del Frente Sandinista en la Navidad de 1977, donde será comandante en el Frente Sur Benjamín Zeledón. Allí trataría muy de cerca a Camilo Ortega, hermano del actual presidente, que también murió combatiendo por la libertad de Nicaragua en febrero de 1978, unos meses antes que Gaspar García Laviana.
A la par de su vida sociopolítica y militar Gaspar ha cultivado una poesía social que obtuvo destacado éxito a decir de Ernesto Cardenal, también cura, sandinista y poeta, el cual, ya a raíz del triunfo revolucionario en 1979, siendo él ministro de cultura, publicó los poemas de Gaspar bajo el título Cantos de amor y guerra. De ellos dice el poeta de Solentiname que están llenos de amor al campesino, a las pobres prostitutas, al paisaje, al lago Cocibolca que para él era el más bello del mundo, y a la tierra por la cual murió; son como canciones, afirma, a las que se les podría poner música para ser cantadas por el pueblo.
Uno sabe que el bueno de Gaspar, derroche de humanidad, ha sido siempre un personaje discutido, visto con recelo o rechazado por la propia iglesia por el hecho de haber tomado la difícil opción de hacerse guerrillero. Sí, difícil y dolorosa, debido ello a que, como él mismo dijo, siendo educado para la paz, se vio obligado a entrar en la guerra que había en aquel país al que había sido enviado, que, además, no era el suyo. Pero sí había hecho como propio el dolor de aquel pueblo que vivía oprimido y reprimido para ser indignamente explotado por quienes ostentaban el poder económico y político en Nicaragua, la familia Somoza y todos aquellos que vivían al amparo de ese paraguas, incluida en alguna medida la misma iglesia católica.
Desde aquí es desde donde hemos de situarnos para emitir un juicio de valor sobre el hecho de que Gaspar cogiera las armas para luchar: lo hizo para defender a los indefensos que eran violentados sin piedad. Lo hizo siguiendo su conciencia cristiana, como muy claramente dijo en sus dos cartas de la Navidad de 1977, al clero y al pueblo nicaragüense. Una opción muy respetable a la luz de la misma doctrina de la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI. Tan respetable como la de los activistas pacifistas que se oponen activamente a las injusticias sociales. Y, en todo caso, mucho más digna que la de aquellos que se cruzan de brazos viendo a sus hermanos masacrados, torturados, desposeídos de todo: sin trabajo o mal pagados, sin viviendas dignas, sin atención sanitaria, sin educación…
Esa fue la realidad que empujó a Gaspar a coger las armas. Además, a sabiendas de la dura vida de ser soldado en la montaña y del grave peligro real que conllevaba su decisión. Él conocía ya una larga lista de soldados que habían caído en el frente. Por eso, da tristeza oír a quienes ponen objeciones a la vida de Gaspar al que, sin embargo, otros muchos catalogan de héroe y mártir, como lo hiciera-fue el primero-, Ernesto Cardenal.
Me uno a quienes consideran a Gaspar como un gran personaje, un asturiano ejemplar, que, a parte de su decisión de participar en la guerrilla revolucionaria, hoy fuera de nuestro contexto social e ideológico, es referencia para cualquiera por los altos valores humanos universales y cristianos que encarnó en su vida.Los más importantes ya han sido citados, pero también destaca en él ser una persona en quien no tiene cabida la simulación, la doble intención, el engaño o las verdades a medias. Detesta la hipocresía, es sencillo y huye de las apariencias, es sincero, consecuente, leal, fiel a sus principios y a sus amigos, sensible ante el sufrimiento humano, se compromete hasta las últimas consecuencias, no escatima esfuerzos ni sacrificios, es desprendido y generoso...
Por todo lo dicho anteriormente, se puede entender cómo Gaspar García Laviana deja huella en muchas personas, según se puede observar en los testimonios que dan de él quienes lo conocieron (algunos libros los recogen) y ello explica igualmente que aún hoy haya algunos que quieramos mantener viva su memoria, porque consideramos que es un ejemplo para seguir. Ese ser suyo tan para los demás es digno de admiración y respeto.